Una piel sensible y delicada se caracteriza por tener picor, enrojecimiento, tirantez, sensación de quemazón e incluso hormigueo. Esto puede ser una reacción a estímulos externos, como el clima, productos irritantes, estrés; estímulos interno: genético, cambios hormonales, enfermedades; o una combinación de ambos.
La piel puede sensibilizarse por varios motivos, y aparece cuando la función de la barrera protectora esta deteriorada y es vulnerable; puede aparecer en la cara, labios, cuerpo o cuero cabelludo. El cuadro suele iniciar con áreas de rojez y al exhacerbarse, aumentar los síntomas y signos, incluso llegar a presentar cuadros de inflamación.
Una piel sensible y delicada reacciona de un modo imprevisible, por lo que es de mucha importancia del conocimiento de los factores que la debilitan, y así poder tomar las medidas necesarias que puede ayudarnos a controlar y minimizar estos cuadros.
Con el fin de minimizar, empezar con pequeños cambios en el diario vivir pueden mejorar y restablece la barrera protectora de la piel y su sensibilidad. Hábitos en la ducha como el uso de aceites o geles suaves, secarse suavemente la piel, menor tiempo de duración en el agua, controlar la temperatura del agua, secarse suavemente y evitar el uso de abrasivos en la piel. Además, existen investigaciones que sugieren que la ingesta de alimentos o suplementos antioxidantes puede ayudar a que la piel agredida se recupere rápidamente. Una ingesta de agua adecuada a diario, evitar el uso de perfumes directamente en la piel, mejorar la barrera de la piel con el uso de fotoprotección adecuada, sprays hidratantes que ayuden a calmar y nutrir la piel, y por supuesto, una fotoprotección los 365 días del año.
El estrés en la última década, es un factor con estrecha relación en una piel sensible y delicada, por lo que es importante tomarlo en cuenta y no dejarlo pasar por alto.
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